El Historiador Cubano, Gustavo Placer Cerverra, nos ha hecho llegar el siguiente Discurso de interés histórico .
SESIÓN SOLEMNE DE LA CÁMARA DE
REPRESENTANTES CELEBRADA EL 11 DE DICIEMBRE DE 1909 EN HONOR DEL MAYOR GENERAL
DEL EJÉRCITO LIBERTADOR DE CUBA CALIXTO GARCÍA ÍÑIGUEZ.[1]
Presidencia
del Sr. Orestes Ferrara y Marino
Secretario:
Sr. Antonio Pardo Suárez
Sumario
A las nueve menos veinte de la
noche ocupa la Presidencia, el Sr. Orestes Ferrara y la Secretaría el Sr. Pardo
Suárez. El Sr. Enrique Collazo y Tejada hace el elogio del Mayor General
Calixto García. Y la sesión se levanta a las diez menos quince.
Sr.
PRESIDENTE (Ferrara): Se abre la sesión. Tiene la palabra el Sr. Collazo.
Sr.
COLLAZO TEJADA: Sr. Presidente y Sres. Representantes. Gracias mil, por la
distinción que me han hecho, designándome para llevar la palabra y hablar sobre
el Mayor General Calixto García Íñiguez. Gracias porque me proporcionáis un
placer, al rendir un tributo de respeto y un recuerdo, al amigo, al compañero y
al Jefe querido y respetado. La tarea es ardua, para quien no tiene hábitos de
hacer discursos, pero como yo sé que ustedes saben, que discursos no puedo
hacer, no pedirán de mi, más que aquello que esté dentro de mis facultades. Es
decir, hablar del pasado y del Jefe; aprovechar esta situación y este momento,
para exponer al pueblo cubano, como ejemplo, la vida de un cubano honrado y
bueno, de un patriota como hubo pocos. Presentar el ejemplo de su vida para que
sea imitado en el porvenir, hoy, que más que nunca necesita reafirmarse el
espíritu cubano, en el cual se desvanece el recuerdo de la Revolución y del
pasado, sin que la sustituya la energía necesaria para pensar que en Cuba no se
debe buscar otra solución, que la de sostener la libertad y la independencia de
su pueblo.
Aquí
se ha hablado anteriormente de los héroes de la Revolución. No es significar
que se hable de uno u otro. Muchos hubo que en iguales circunstancias estaban,
de aquellos que han merecido de la Cámara igual distinción; pero el acaso, el
puesto que ocupaban los distinguía de los demás.
Tenían
los tres, refiriéndome al General Gómez, al General Maceo y al General Calixto
García, afectos comunes y sentimientos iguales, que hacían en ellos las mismas
consideraciones y los obligaba al mismo modo de ser: el amor acendrado a Cuba,
era uno; la fe inquebrantable en que la independencia y la libertad sería un
hecho y la resolución de sacrificar la vida antes que abandonar la causa. Cada
uno de ellos ha tenido estas tres características; cada uno de ellos ha seguido
siempre intangible el mismo camino, sin que durante su vida desfalleciera nunca
su alma.
Presentar
al hombre tal como fue, es mi propósito.
No me hará el cariño que tengo a su memoria desvirtuar los hechos, porque yo
creo que si al pueblo se presentan como modelos los hombres, deben presentarse
tal como fueron; y como no hay ningún hombre que haya sido completo, debe ser
retratado con sus buenas y malas cualidades.
Yo
recuerdo al General Calixto García desde muy joven, recuerdo la primera
entrevista que con él tuve, recuerdo
también, el efecto que me hizo. Yo era casi como un quinto español, recién
llegado de España; me encontraba como una novedad en los campos de Cuba, era el
primer Jefe con quien iba a tropezar; llegué a un campamento en los momentos en
que acababan de salir de allí los españoles y se acababa de combatir; un hombre
alto, bien vestido, con polainas, una chaqueta, un cordón de seda de varios
colores y un cuerno de caza, un sombrero, una cara arrogante, bien hecha, un
bigote a lo militar y un conjunto militar que atraía. Ese fue el personaje que
yo vi por primera vez, ese era entonces el Brigadier Calixto García Íñiguez. Su
impresión no se me ha borrado. Después fuimos compañeros y amigos.
Yo
voy a definir su vida paso a paso para ir definiendo su carácter y empezaré por
lo más malo. Era Calixto García irascible y violento; tal vez a esa irascibilidad
débanse los errores que pudo cometer en su vida, pero al lado de esa
irascibilidad, tenía una condición poco común, que no abunda, tenía una nobleza
tal de carácter que el yerro cometido si lo conocía lo enmendaba
inmediatamente. Yo recuerdo muchos hechos en que una ofensa o una falta hecha a
un subordinado no tenía inconveniente en corregirla inmediatamente delante de
todo el público que podía reunir, y se castigaba a si propio reconociendo su
error y hacía justicia al ofendido.
Yo
recuerdo que en los últimos días de la revolución cuando él se iba al Norte me
decía: “Es triste cosa que dos viejos como Masó y yo estemos peleados después
de estar juntos tanto tiempo; yo creo que el culpable soy yo, yo soy el que
debe ir a dar una satisfacción, acompáñame”. Y así fuimos juntos a la casa de
Masó y al llegar a la puerta, no es necesario decir lo que ocurrió entre esos
dos corazones: con los brazos abiertos vino Masó; con los brazos abiertos lo
esperó el General García. Tenía éste condiciones poco comunes, sobre todo en
los Jefes militares y en los hombres acostumbrados al mando.
Calixto
García, se puede decir que cuando empezó la guerra del 68 era el amo de Jiguaní,
por lo menos era la voz cantante en aquel Ayuntamiento, en el que todos
esperaban que él dijera lo que había que hacer para que los hombres siguieran
por el camino que él indicara.
Al
estallar la Revolución, natural era que él fuera el jefe de la gente de
Jiguaní, que lo adoraba por su posición y sus condiciones personales. Desde los
primeros momentos de la Revolución se unió al General Mármol; después de ser
dueño completamente del territorio de Jiguaní, donde llegaron a tener hasta
cuatrocientos prisioneros, incluso el Gobernador Mogorusa; pero al lado de
Mármol llegó por casualidad el General Máximo Gómez, que se había incorporado a
las fuerzas de Cuba, como Cabo y que a los quince días era ya un General. Con
Gómez fue al ataque de Baire[2],
con Gómez siguió en los combates heroicos de Charco Redondo[3],
con Gómez fue a Holguín, cuando allí se hizo cargo del mando el General. La
campaña de Holguín es casi épica, un grupo cubanos aislados y sin parque
resistiendo a las fuerzas aunadas del General Valmaseda, que creía que nos iba
a arrollar. Gómez y Calixto eran los dos Jefes, porque Gómez mandaba una
fracción y Calixto la otra, acampábamos, aunque no juntos, cerca unos de otros;
diariamente el fuego del uno se oía en el campamento del otro; en aquellos
tiempos se batía casi a diario. Un día una columna española llegó al campamento
del General Gómez y nos sorprendió, la sorpresa nos hizo efecto, porque
calculábamos que las fuerzas del General García debían haberse encontrado con
ellos antes, y no lo habían hecho. Pasó el enemigo, nos batimos y el General
Gómez mandó a preguntar al General García la causa por qué no se le había
sentido el fuego. El General García contestó: el enemigo se me ha pasado y no
lo he visto, dígale usted al General Gómez, le dijo al ayudante, que después
que me haya batido veinte veces lo volveré a ver; y desde entonces continuamente
oímos el fuego de las fuerzas del General García y no encontrábamos al General
García. Llegó para nosotros el momento triste, porque ya no teníamos ni un tiro
de fusil con que batirnos, tuvimos que emprender la retirada a Camagüey y no
apareció tampoco el General García, aquella marcha penosa la hicimos
entristecidos porque no sabíamos de la suerte que pudiera haber corrido nuestro
compañero. Cuando llegamos a Las Tunas se nos incorporó el mismo día el General
García. “¿Qué se ha hecho General?”, le
preguntamos. Explicó:
“En vista de lo que ha pasado, he ocupado el
puesto más difícil, he venido cubriéndoles a ustedes la retaguardia”.
Y
aquella retirada merece un gran elogio, el que aceptaba aquella retaguardia,
aceptaba un trabajo tremendo, porque tenía encima todas las fuerzas que
Valmaseda lanzara sobre nosotros. Calixto García quedó en Tunas mientras Gómez
pasó al Gobierno, sostuvo combates
sucesivos con las tropas de Valmaseda para esperar la oportunidad de invadir de
nuevo a Jiguaní, en los momentos en que invadía el General Modesto Díaz a
Bayamo. Desde este momento casi empieza la vida especial como Jefe único del
General García. El General Gómez invadió Guantánamo; Calixto, que era el
segundo Jefe de la División de Cuba[4],
quedó como Jefe de ella, el único encargo que le hizo Gómez fue: “Muévase aquí
para que todas las tropas no me caigan a mí en Guantánamo, en el nuevo
territorio que vamos a explorar”. Calixto García lo comprendió así y cuando
llegaron las primeras noticias del movimiento en Guantánamo, Calixto atacó y
tomó Jiguaní, llamando así la atención sobre él, mientras Gómez estaba en
Guantánamo. Fue incesante y constante en el batallar en Cuba.
Pasó
el tiempo, vinieron las desgracias de Gómez, cayó Gómez en sus luchas con el
Gobierno, Calixto quedó de primer Jefe de las fuerzas orientales. Hasta
entonces, el Jefe no había podido desarrollar su inteligencia y su valor, sus
condiciones para la guerra de Cuba. Las condiciones especiales de Calixto eran
la acometividad, el movimiento, era el propósito firme de no dejar descansar al
enemigo. Y así se le ve, que apenas se hace cargo de las fuerzas de Cuba, sueña
con emprender una operación importante al territorio que existía entre Gibara y
Holguín. Aquel territorio poblado casi todo por descendientes de isleños,
apegados a la bandera española, era puramente territorio españolizado, donde
las fuerzas cubanas entraban muy rara vez. Estaba casi incólume de que lo
hubieran tocado elementos revolucionarios. Fray Benito[5],
Gibara, Las Bocas, Velazco[6],
eran fuertes españoles, que no eran tan temibles por los españoles, sino por
los cubanos españolizados que estaban al servicio de España. Allí puso su
acometividad Calixto y como si fuera una tromba de fuego, pasó por el
territorio de Gibara atacando y tomando todos los pueblos a su paso e
incansable en su marcha, no pudiendo los españoles detenerlo en su marcha
asoladora. La destrucción y el espanto lo siembra por todas partes, y cuando en
Yabazón[7]
logran las columnas españolas detenerlo un poco, fueron derrotadas las tropas
españolas y las tropas cubanas llegaron a descansar tranquilamente a su
territorio.
Pero
el golpe había sido muy duro; no era posible
que el Gobierno español dejara descansar a aquél, que acababa de llamar
la atención de esa manera. Sobre él fueron las columnas; allí, en Santa María,
esperamos al Chato. La rota de la columna del Chato, es, quizás, la acción de
guerra más notable, (por su índole), dada en la Guerra de los Diez Años; no
tiene más que un rival, la carga de Palo Seco dada por los camagüeyanos. Pero
aquella carga la dieron los camagüeyanos a caballo: la carga de Santa María, la
dieron los orientales a pié, dejando 400 y pico de cadáveres, rota la columna,
incluso su jefe, el Coronel Gómez Diéguez[8]
Por
eso después, el contingente oriental que aprestó el General García para hacer
la primera Invasión a Las Villas, al pasar por las sabanas de Palo Seco que
estaban sembradas de cráneos de soldados españoles, uno de los orientales que
pasaba por allí, vio un cráneo, al que de un machetazo le habían cortado casi
una parte totalmente; y aquel oriental rudo, se volvió al compañero y le decía:
“jícaras de esta clase, sabemos también hacer nosotros, por allá por nuestra
tierra”.
Llega
el momento fatal. Como todos los hombres, tienen en su suerte su apogeo y su
perigeo. La suerte de Calixto García tenía que desvanecerse; todo Oriente
sintió su férrea mano, porque tan pronto batía a los españoles en la Costa
Norte, como atravesando con rapidez sin igual, de Norte a Sur la Isla, iba a caer
sobre Manzanillo, sitiaba su plaza y la tomaba[9].
No
hubo punto de Oriente, entre Jiguaní y Holguín, que las fuerzas de Calixto no
atacaran y tomaran. Pero surge un conato de traición en Manzanillo, tiene
noticias el General García y presuroso corre allá a evitar el mal y a ponerle
remedio. Ese día aciago llega y confiado acampa mal, se vuelve sordo a las
amonestaciones de sus amigos, especialmente de Félix Figueredo que le decía:
aquí estamos vendidos. La confianza que da el valor le hizo caer. Era el lugar
un chaparral, monte abierto, por tanto, difícil de cubrir y sin embargo, allí
acampa, despacha la tropa a buscar viandas y sólo deja la gente necesaria para
cubrir acaso las avanzadas, y un pequeño grupo de ayudantes quedaron con él.
Una guerrilla de los españoles deshace las avanzadas y va a caer sobre el
cuartel general; los pocos ayudantes luchan como buenos, cae muerto el joven
Castellanos, herido gravemente se va Joaquín Planas; es capturado Calixto, que
en aquellos momentos, antes de caer prisionero se resuelve a morir, y con su
propio revólver, intenta matarse. Por fortuna para los cubanos su designio no
se cumplió y la bala que debía matarle, sólo le dejó en la frente cicatriz
honrosa para que sirviera de ejemplo a los cubanos para el porvenir. Preso es
conducido a España.
Pasa
el tiempo, se acaba la guerra. Calixto sueña con volver a respirar el aire de
su tierra, llega a los Estados Unidos y aquel hombre no sueña con el descanso;
no existe en él el temor al descalabro; sin recursos, sin amigos, falto de
apoyo, sin pensar en el cansancio de aquel pueblo que había luchado durante
diez años, reúne un grupo pequeño y en el año 80 vuelve a luchar para intentar
levantar a un pueblo, en el que, si no estaba muerto su patriotismo, por lo
menos, estaba adormecido y cansado. Al llamamiento de Calixto el país quedó
sordo; vio ir cayendo uno a uno a sus compañeros y amigos, unos en la sierra,
otros como Pío Rosado y Argenta fusilados en Bayamo y llega hasta quedar solo
en Juan Chiquito allí aislado, luchando, tratando de ver el modo de hablar con
un cubano; cae de nuevo prisionero y
vuelve a España a sufrir prisiones y los contratiempos naturales; a tener que
luchar a la par que con la prisión con la desgracia inherente de la miseria y
el malestar. Allí transcurre el tiempo, unas veces como profesor de idiomas y
en otras épocas como empleado del Banco de Castilla, se defiende de la
adversidad, tratando de sostener una numerosa familia. Tal parece que en el cerebro de aquel hombre
dos veces desencantado debía no existir un nuevo propósito de vivir en Cuba,
pero no era así; la nostalgia de la tierra le mataba; esa enfermedad la
aumentaba el clima frío en que vivía; tal vez no lo dijera, pero soñaba con su
vuelta a Cuba y así, desahuciado por lo médicos, le alcanza la revolución de
1895. Su estado era tan grave que los españoles indudablemente suponían que era
un hombre fuera de combate por falta de condiciones, de fuerza. Pero no era
así, Martí, al soñar con la revolución me decía: es tal el estado del General García
que no me atrevo a decirle lo que pretendemos ni a contar con él porque es un
suplicio tremendo al que vamos a someter a ese hombre si estalla la revolución
de Cuba y el no puede venir, yo no me atrevo a comunicárselo. Pero por si acaso
encargó a la señora Ana Betancourt que estudiara el asunto y se lo dijera al
General García si le pareciera conveniente comunicarle lo que había y el
momento en que iba a estallar la Revolución para que el decidiera si podía
venir. Aquel hombre desahuciado por los médicos, aquel hombre imposibilitado
físicamente para trabajos rudos de cualquier especie, parece que con la noticia
de la revolución próxima revive, se prepara y busca los medios y cuando el
Gobierno español creía que lo retenía en la cama y estaría imposibilitado de
venir a Cuba, llega a Francia y pasa a los Estados Unidos para ponerse al lado
del Sr. Estrada Palma y pedir un puesto en la Revolución para poder pelear. Si
en Madrid había pasado trabajos para poder salir, trabajos también tenía que
pasar para poder llegar de Nueva York a la Revolución. Logro al fin los
auxilios que la Agencia podía dar, se embarcó en el “Laurada”, es preso por las autoridades americanas y conducido de
nuevo a Nueva York; consigue reunir recursos para una nueva expedición, se prepara
el “Hawkins”, se pone la situación
difícil, e impaciente al General García. Sus amigos (entre ellos el que habla)
le decíamos: “No se embarque en barcos que no conozca” y el contestaba: “Por
malo que sea el que me den no será tan malo que se hunda antes de llegar a
Cuba”. Cuando le propusieron el “Hawkins”
lo vio en una noche de luna, desde un muelle a otro de distancia. “Aquel es el
barco”, le dijeron. “Pues allí me embarco”, contestó. Se le acercó Villalón[10]
y le dijo: “General, ese es un barco condenado, ese barco no puede salir al
agua, ese barco está perdido por completo”. “Está bastante bueno para llegar a
Cuba”, replicó el General. Y se metió en él, en el “Hawkins” y apenas salido del puerto, pocas horas después, el barco
hacía aguas de tal manera, que me acuerdo del dicho del Comandante Rodríguez:
“No nos han metido en un barco, si no en una canasta”. Y allí venían ciento y
pico de cubanos ansiosos de pelear por Cuba, con el temor de que no habían de
llegar, y surgió la catástrofe, el agua invadió el barco y no pudo seguir la
marcha. El General García era un hombre inútil en el agua, su lugar era la
litera; con la noticia de que el “Hawkins”
se hundía, hizo el esfuerzo para levantarse. Cualquiera que ha navegado
comprende lo que es un naufragio, cualquiera comprende lo difícil que es
obtener calma en esos momentos en que un barco se hunde. El cariño que le
tenían al General García por su modo de ser, se impuso, y en medio de aquel
grupo de náufragos, les dijo: “Por Cuba se muere de la misma manera ahogado,
que de un tiro, tengamos calma”, y en aquel naufragio, y tal vez alguno de los
náufragos me oye, hubo la cortesía para cuidar los puestos para los botes, y
cuando el barco se hundió no había quedado ni una sola persona a bordo, sin que
se hubiera producido el menor desorden ni el menos conflicto, y gracias a ese
orden fue posible la salvación de todos[11].
Llegó
el General García a Nueva York, después del fracaso y desesperado por lo
ocurrido y tal vez hasta con la sospecha de la mala fe con que fue comprado el
barco que se le había destinado. Quería volver a Cuba con ocho hombres. “Me voy
de cualquier manera”, dijo. Pero se impuso el patriotismo en él, y fue a
recibir de la Agencia lo necesario para llegar a Cuba con una nueva y fuerte
expedición, como lo verificó.
Aquel
enfermo, a quien era difícil dar fuerzas, desembarca en la parte más abrupta de
la Isla, en Baracoa[12],
donde los caminos son esencialmente difíciles y las fatigas extraordinarias; y
como si el aire natal, o como él decía, “el aire de los montes de Cuba”, le
hubieran devuelto la vida, aquel muerto resucita; aquel hombre inválido,
desahuciado por los médicos de Madrid, se convierte en aquel momento en un
hombre de guerra, que a los dos años de estar en campaña, era lo bastante
fuerte como para cansarnos a cualquiera de los que estábamos a su lado.
Y
así empieza la campaña y llega el momento difícil en que tiene no solamente que
desarrollar su valor, si no su inteligencia, para dominar una situación difícil
y darle a la Revolución lo que la Revolución necesitaba que era completa
organización; hacer de aquella gente tropa organizada; organizar el país del
que estábamos, casi en su mayor parte, como dueños de él, y empieza el trabajo.
Y se organiza el Gobierno Civil y los empleados de todas formas, en el Distrito
Oriental. Modifica las fuerzas, varía los jefes y haciendo uso, como él decía,
de dos armamentos que ningún otro General en Cuba los usaba, logra su objeto: organizar
el servicio civil y la Hacienda. Él decía que era el único que había usado dos
armamentos en la Revolución. Y era verdad. Los armamentos eran los abogados y
los cañones. Los abogados, y de cómo los usó, puede dar cuenta el Coronel
Aurelio Hevia: un proceso aquí, una causa allá, fue poniendo en claro y
moralizando el Ejército y la Administración, para que diera el brillante
resultado de que la Administración de Hacienda a cargo del
entonces Coronel Padró, es el único en la Revolución, que pudo mandar al
extranjero quinientos mil pesos moneda americana.
Hecho
el trabajo de Calixto, vence este las dificultades que surgieron a la muerte
del General José Maceo; porque los españoles, que conocían el valor del Jefe
muerto y el ascendiente que sobre s tropa tenía en el momento preciso al saber
su muerte se proponen esforzar sus operaciones; y efectivamente, mueven dos
fuertes columnas que simultáneamente salieron desde Santiago y desde
Guantánamo. El General García, que estaba en la costa del Cauto, vuela al
territorio del Ramón, se acampa en la “yerba de guinea”, y durante seis días,
las columnas españolas, oyendo los toques de corneta una y otra, no pudieron
juntarse, y derrotadas vuelven, la una a Santiago y la otra a Guantánamo. Ya
tenían la seguridad de que, si había caído el valiente José Maceo, Calixto
García lo sustituía con sobra de inteligencia y de valor, .
Empieza
el trabajo de Calixto, lento e ingrato. Tenía el soldado cubano, o tiene aún,
un defecto capital. El soldado cubano se pega al rancho donde tiene la familia,
como se pega un ostión al palo. Es fácil hacerlos luchar en su territorio; pero
procuren ustedes no sacarlo de la pequeña localidad, donde son prácticos y están acostumbrados a
ejercitarse. Calixto se propuso movilizar el ejército cubano; hacerlo pelear el
de Baracoa, en Camagüey, preparando el momento en que tuvieran que salir las
fuerzas orientales de su territorio; y así lo hace, pone a contribución todas
las Divisiones, y lleva siempre en sus marchas 300 hombres de cada fuerza, de
cada División, que le daban siempre un efectivo de 1500 a 2000 hombres, con los
cuales se movía en el territorio oriental.
Es
Calixto García quizás el General cubano que demostró mayores conocimientos
tácticos en la guerra. Quizás es el único General cubano que veía el mapa y
distribuía las fuerzas y los movimientos de éstas, en todo su territorio y
sobre él disponía cuando operaba sobre Bayamo: las fuerzas de Cuba, las fuerzas
de Camagüey, se movían al unísono según sus órdenes. Tenía el propósito y tenía
–que en él era axiomático- de que al enemigo se le debía batir donde menos le
convenía; que el cubano, viniendo a batirlo a Occidente, cometía una torpeza,
porque le daba ventajas al español que tenía trenes a su disposición y podía
pelear descansado, que al enemigo había que cogerlo en Oriente después que
tuvieran siete u ocho leguas de camino y entonces caerle a tiros, que era
necesario traer al enemigo a la parte oriental para hacerle pelear allí y para
eso convenía no descansar y moverse continuamente, que era preciso atacarlo en
los pueblos ya que en los pueblos se creían fuertes e inexpugnables. Y así se
ve la marcha y el modo como el General Calixto García desarrolló su plan.
El
General Gómez había atacado a Cascorro. Verdaderamente el ataque de Cascorro
fue un fracaso. Trece días de esfuerzos inútiles y Cascorro quedó en pie[13].
La casualidad hizo que el General Gómez llamara al General Calixto García para
que transportara a lomo de hombres seiscientos mil tiros que estaban en El
Ramón. Aquella marcha enorme parecía un castigo para nuestros sufridos
soldados: hacer jornadas en Septiembre y Octubre por el terreno fangoso de la
parte baja de Oriente llevando dos arrobas o un quintal en el lomo es cosa que
sólo se le puede pedir al soldado cubano que no tiene ejemplo ni por la
resistencia ni por el valor: con seiscientos mil tiros llegó Calixto García a
Camagüey en Octubre y el General Gómez le ordenó que atacase Guáimaro; el
General Gómez había fracasado en Cascorro, Gómez tenía mayor número de fuerzas;
sin embargo, el General García que tenía menos recursos, debía realizar mayor
empeño.
El
General García tenía una notable cualidad que es que ha sabido mandar, pero ha
sabido, también, obedecer: obedeció la orden a pesar de las dificultades que
preveía en el caso. Se combatió en Guáimaro[14]
como se combatió en todas partes y el resultado fue que a los trece días
Guáimaro no quedó en pie y pudo entrar el Marqués de Santa Lucía al frente de
las fuerzas cubanas con la bandera desplegada. No había sucedido lo que en Cascorro.
Calixto tenía el tacto y la condición para saber atacar dado su carácter
impulsivo: apenas roto el fuego se iba sobre la población. Eso, en la Guerra de
los Diez Años le valió algunos cargos.
Yo
le oí decir a un hombre que tuvo gran representación, que Calixto con sus
combates tenía perdida la memoria, que sabía que los cubanos no teníamos quien
supliera las faltas como los españoles y que si él seguía en la clase de guerra
que había estado haciendo, era posible que pronto no hubieran cubanos porque
todos teníamos que morir combatiendo, que estaba acabando con Oriente a fuerza
de combatir. Y hube de contestar a ese señor: “Dicen que para hacer tortilla,
es preciso romper los huevos; para matar al contrario es preciso exponernos a
que nos maten. Y así, esa práctica era la empleada por Calixto en el ataque de
los pueblos: tomó a Guáimaro y parece que le quedó el gusto en la boca. Pronto
emprendió mayores empresas, iniciando el ataque de Tunas. Este era un centro de
operaciones. Este era un centro de operaciones de los españoles en que estos se
creían seguros: veintidós fuertes en su recinto, un batallón de fuerzas
regulares, dos piezas de artillería, que suponían eran suficientes para creerse
a resguardo de una fuerza como los cubanos, que no tenían más que unos
fusilitos que no era posible que le hicieran daño a aquellos fuertes; pero no
contaban con que ya el General García había usado los Abogados y quería usar
los cañones. Usó los cañones pero no puestos a dos mil varas de distancia del
fuerte enemigo, no, emplazadas las baterías a doscientos metros; y al toque de
diana, rompen nuestros cañones el fuego contra Tunas, y a las siete de la
mañana avanzaba el Coronel Calixto Enamorado[15]
contra el Cuartel de Caballería, lo apoyaba el Coronel Carlos García[16],
y detrás iba el General Mario Menocal[17],
y era el fuerte tomado, y éramos dueños de la mitad de la población. Así se
luchó tres días, defendíanse los españoles paso a paso, casa por casa, y
rendíanse cuando ya no había más que paredes, cuando ya no era posible la
defensa. El resultado fue cuatrocientos y pico de españoles prisioneros que se
pusieron en libertad, mil y pico de mausers, inmensa cantidad de medicinas,
víveres, cuanto era necesario para cubrir las necesidades inmensas que
sentíamos, porque precisamente se fue a Las Tunas a buscar parque que no
teníamos, y a buscar alimentos que ya en aquel territorio exhausto y sin reses,
no se podían conseguir.
Con
menos gente que la que había en la guarnición, con setecientos hombres, atacó
al General García a Tunas; pero si el sacrificio fue grande, éxito fue mayor.
El General Weyler[18],
que conocía las condiciones de la guerra de Cuba, prefirió pelear en Occidente,
y a última hora fue a Las Villas, y no quiso probar el bocado de Oriente; la
constancia del General García tuvo que llamar la atención del Gobierno español,
y el General Blanco[19],
al venir, hubo de cambiar de táctica, tuvo que llevar sus fuerzas a Oriente, y
dejar descansar las fuerzas occidentales, rendidas después de tantas campañas
como habían hecho: Calixto se había preparado, había cerrado el Cauto con
torpedos criollos, es decir, garrafones con dinamita; había cerrado a Bayamo,
quitándole todas las reses de las inmediaciones. Situó fuerzas entre Manzanillo
y Bayamo y en Tuabeque[20],
casí en el límite donde se dio Perajelo, había batido a un convoy que venía de
Manzanillo a Bayamo, custodiado por cuatro mil hombres; Calixto lo atacó y
obligó al convoy a refugiarse en Bueycito, y hostilizado allí, este necesitó
pedir recursos a Manzanillo para poder llegar a Bayamo. Para llegar el convoy a
Bayamo necesitaron reunirse ocho mil soldados españoles.
La
preparación de la campaña de Blanco fue larga. Calixto quiso recibirlo bien
preparado, dijo:
“A esta gente hay que darles el primer golpe
en la cabeza, que el primer paso que tenga que dar esta fuerza en su campaña
sea un fracaso. Guisa está resguardada por la Naturaleza y por sus fuertes,
vamos a tomar a Guisa”,
Y
como ya se había desarrollado la táctica de tomar las poblaciones, se rompió el
fuego sobre Guisa[21],
y al otro día, a pesar de sus doce fuertes, Guisa y su población estaban en
poder del General García: había ido en progreso ascendente; ocho días tardó en
tomar Guáimaro, tres días a Tunas, y a Guisa en veinticuatro horas; pero
después quiso completar la acción. Esperamos allí a las columnas españolas que
volvieron a retirarse sin ocupar los puestos.
Calixto
García llegó a crear en Oriente una situación tal, que cuando por desgracia o
pr fortuna, surgió la Intervención Americana, éramos dueños por completo del
territorio oriental, del Departamento donde mandaba el General García; los
españoles estaban arrinconados en las plazas de la costa; éramos dueños
completamente del territorio; desde la Trocha de Júcaro a Morón, hasta Santiago
de Cuba, pasaban piaras de ganado de cuatrocientas a quinientas reses. No había
fronteras para nosotros; después del abandono de Tunas, teníamos el campo
nuestro. Así nos encontraron los americanos y según la confesión del General
Miles, General en Jefe del Ejército Americano, cuando ellos llegaron,
encontraron a Santiago de Cuba sitiada por las fuerzas cubanas. Y me fijo en
esto, porque como a diario nos restregan la protección que nos dio el Gobierno
americano llegando, quiero hacer constar que llegaron a última hora, cuando
teníamos agotado el Tesoro español, cansadas las fuerzas españolas y dueños
nosotros por completo del territorio. No, nos han dado nada, nos han quitado;
porque nos engañaron pidiendo nuestra ayuda para tratar de combatir al
contrario y después nos trataron como si fuéramos viles y falsarios.
(Expresiones de “Muy Bien” en el auditorio)
Esta es la segunda epopeya del General Calixto
García.
Desde
Bayamo, el 18 de Abril, presagiaba la guerra. No teníamos noticias y
escribíamos al Gobierno de la República, que costaba trabajo encontrarlo,
porque no se sabía donde paraba:
“Tengan
cuidado, la guerra se aproxima, los americanos vienen a Cuba, es preciso que
encuentren un Gobierno respetable y fuerte. Fíjense, que al llegar, van a
encontrar dos gobiernos cubanos. Uno, el autonomista organizado en La Habana,
bajo la protección del Capitán General. Y otro, aquí en Cuba. El nuestro, no
tiene ninguna condición republicana por su forma y está en tales condiciones,
que no se le encuentra por ninguna parte. El de La Habana tiene mejores
condiciones de Gobierno que el nuestro, cuando lleguen los americanos no vayan
a tratar con ellos en vez de tratar con nosotros; vengan aquí, establézcanse en
Bayamo o en Tunas, en una población cubana. Yo les respondo defender el local, para que el día que los
americanos lleguen aquí, tengamos personalidad y tengan por necesidad que
reconocer al Gobierno cubano, de igual a igual.”
No
se oyó eso, no se quiso seguir los consejos del General García: los americanos
hicieron una burla completa de nuestros gobernantes y de nuestros diplomáticos
de a última hora. Vinieron a Cuba y tuvimos que ir a pelear con ellos y a su
lado; (yo cometí el pecado de ir a Washington)[22]
y tras indicarles cómo y cuándo debían desembarcar, recibió el General García
orden de ponerse a las órdenes del Jefe americano. El concierto había sido
hecho en Washington: ¿Qué necesitan ustedes? “Necesito, decía el General Miles,
cinco mil cubanos a mi lado, para ponerle sitio a Santiago, en un plazo de ocho
días”. A los siete días de formulada la petición, el General García expresaba
al General Miles que tenía los cinco mil cubanos organizado para llegar al pie
de Santiago, más, dos mil hombres para contener a los españoles en Manzanillo y
otros dos mil para combatir a los españoles que se habían reconcentrado en
Holguín al mando de Luque.
Esa
era la situación. Llegan y obedeciendo y cumpliendo órdenes del Gobierno, el
General García se pone a las órdenes de Shafter. Los ayudamos a desembarcar en
la costa Sur de Cuba. La primera entrevista fue un poco dura: le cayeron a
cañonazos a las fuerzas cubanas que los esperaban y nos hicieron dos bajas. Al
fin, pasó el pánico de los primeros momentos, nos reconocimos y desembarcaron.
Llegados al sitio de Santiago, las fuerzas avanzan con lentitud. No voy a
entrar en detalles de los combates, me refiero a los momentos que se empieza el
sitio de Santiago.
El
General Shafter pudo haber sido antes un hombre de guerra, pero en aquellos
días era un hombre obeso e inútil. Carecía de conocimientos del país y de
aptitudes para el caso. Las cosas de la guerra deben verse de cerca y no de
lejos. El plan de ataque de Santiago es original: dos fuertes había en las
inmediaciones, San Juan y Caney. Seis mil americanos debían atacar El Caney,
donde 500 españoles se defendían. Batirse seis mil contra quinientos, no era
una empresa, y así lo creyó el General Shafter; la empresa y la dificultad
estaban en que el Jefe español que mandaba Santiago de Cuba tenía quince mil
hombres disponibles en aquella población y podían salir en auxilio de aquellos
dos fuertes que tenían que defender. De modo que en aquel momento el sitio
peligroso era el camino real de Cuba; allí situó el General Shafter a los cinco
mil cubanos que mandaba el General García y allí lo situó para que, si se
atrevían a salir los españoles, ellos fueran los que tuvieran el peso del
combate, y si no salían no tuvieran gloria alguna en el combate porque ellos
tomarían fácilmente a San Juan y El Caney. En la situación en que estaba el
General García, las fuerzas cubanas sufrieron el quince por ciento de las
bajas, tanto como las fuerzas americanas que entraron en el fuego. Además, las
fuerzas del General García tenían que esperar a pie firme el fuego enemigo sin
combatir, se imponía la obediencia, tenía que sufrirse las bajas con
tranquilidad. Cuando alguna fuerza americana se movía en Cuba, siempre llevó a
la vanguardia fuerzas de la brigada que mandaba el General Demetrio Castillo
Duany; nunca se movieron sin llevar cubanos a vanguardia; así es que las
fuerzas que fueron al Caney tenían al Comandante Duany con doscientos hombres,
y las fuerzas que iban a San Juan tenían al entonces Coronel González Clavel[23]
con doscientos hombres y situado en tan buena posición que las primeras bajas
que hubo en San Juan, el primer cañonazo que disparó la artillería española, la
sufrieron las fuerzas cubanas que mandaba el
Coronel González Clavel; treinta y siete bajas con una sola granada.
Tomados San Juan y El Caney, Calixto marchó sobre Cuabitas, haciendo el trabajo
desde el camino real hasta la parte Oeste abriendo y cubriendo todas las trincheras.
Visto el resultado, el Jefe americano dudaba si continuar al sitio y pidió
permiso a Washington para retirarse. Sus compañeros, sus Generales, protestaron
del propósito. El parte que había mandado Shafter a Washington decía: “Tengo un
cuerpo de ejército enemigo de diez mil hombres, a mi retaguardia, necesito
retirarme a Siboney para ampararme con la escuadra”. Cuando esa noticia llegó,
todos los Jefes estaban dudosos y el General García dijo: “Si el General
Shafter se retira, yo entro en Santiago”. Pero en Washington no le dieron lugar
a eso y siguió el sitio hasta llegar a tomar Santiago. Los cubanos, desde el
Camino Real hasta la parte Oeste, habían abierto todas las trincheras que
después de abiertas y ocupadas iban siendo pedidas por los americanos, y los
cubanos después de hecho el trabajo se las cedían generosamente.
Vino
la rendición, aquellos cubanos que no podían pelear de noche, porque se lo prohibió el General Shafter, pero que de día hacían
todo lo que era necesario, que coadyuvaron a la toma de Santiago de Cuba, que
veían en aquella su tierra de promisión, que creían haber cumplido como
compañeros y aliados de aquel
extranjero, que había venido (decía él) a ayudarnos, sufre las mayores
vejaciones, terminantemente se prohíbe
entrar en Santiago de Cuba a las fuerzas cubanas, nos trataron, no como
aliados, como nos habían tratado antes, sino como míseros bandoleros, tenían
miedo de que las fieras mal vestidas que le habían estado ayudando desde su
desembarco, entraran en aquella población, creían que ansiosos de botín, con
todo íbamos a acabar; de rechazo el bofetón lo recibió el General en Jefe de
aquellas fuerzas, éstas no estaban dispuestas a aguantar aquello, las fuerzas
se revolvieron y no dejó de haber quien fuera a decirle al General García:
“General, entremos en Santiago de Cuba de todas maneras”. Él, que sufría el
mismo efecto, tuvo que desarrollar doble esfuerzo para poder contener a aquella
gente; era preciso hacer uso de todo el prestigio que tenía para que aquellos
hombres tuvieran que aguantar humildemente la bofetada que sus aliados le daban.
Fue preciso sufrirlo, no le quedó más remedio al General García que sufrir con
calma aquello; desahogar sus enojos en una carta nobilísima, diciendo que se
retiraba de Santiago porque no podía cumplir las órdenes de su Gobierno.
Inmediatamente que se retiró de Santiago dejando al General Cebreco de Jefe de
las fuerzas, mandó su dimisión al Gobierno del cargo de Jefe del Departamento Oriental.
El General García en aquellos momentos, era Lugarteniente General del Ejército,
y además Jefe del Departamento Oriental, mandó al Gobierno la dimisión de ese
puesto, diciéndole:
“Desde
el momento que mi carácter, mi honor y mi condición, me impiden seguir a las
órdenes del Jefe americano, renuncio al puesto que a ello me obliga, ya que no
puedo cumplir las órdenes del Gobierno. Aún hay españoles en Cuba, yo iré a
pelear con los españoles que queden fuera del dominio americano”.
Envió
su dimisión, sacó las fuerzas de Santiago y se va sobre Holguín donde estaba
Luque[24],
que había abandonado Gibara y se refuerza e Holguín con trece mil hombres;
Calixto toma a Gibara, organiza aquel ayuntamiento, crea las autoridades,
porque no había quien las creara. La posesión de Gibara fue una sorpresa: a
doce leguas de allí, trece mil españoles esperaban en Holguín. Gibara era una
población puramente española, Calixto entró en ella, y la respetó por completo.
Pero sus tres mil hombres estaban desnudos y con hambre; el Jefe tenía que
buscar el modo de mantener aquella tropa. Inmediatamente que entró reunió una
junta comercial y les dijo:
“Yo
tengo aquí tres mil hombres desnudos y con hambre, necesito vestirlos y
mantenerlos; a Gibara no le ha hecho nunca efecto la guerra, van a sufrir su
acción por primera vez; yo tengo condiciones en este momento para poder hacer
que lo que ustedes anticipen al Ejército cubano como contribución de guerra el
Gobierno de la República se lo pague después. Como contribución de guerra,
necesito que, en el término de cuarenta y ocho horas, me traigan ustedes
cincuenta mil pesos, con los cuales les voy a pagar los artículos que ustedes
tienen en sus establecimientos”.
Y
enfrentándose con Beola le dijo:
“Mis
soldados necesitan comer pan, toda la harina que hay aquí está decomisada para
el Ejército. Usted mande a hacer pan, para que las tropas coman; mándelo a
hacer hoy mismo, y de los fondos que hay en la Aduana, que le paguen a Ud. los
sacos de harina”
La
vida del pueblo no varió, fue todo normal y pacífico. Se trata de mover Luque
de Holguín, avanza con ocho mil hombres hasta Auras. Cerca de allí lo espera el
General García con tres mil cubanos. Se bate casi un día entero. Los ocho mil
españoles no avanzan de Auras. Las fuerzas cubanas quedan en sus posiciones. Al
día siguiente, llegan las noticias de la paz; se suspenden las hostilidades, se
quedan en Holguín ls españoles; Calixto torna a Gibara. Apenas llega a Gibara,
se le presenta el comercio, diciéndole que tenían a su disposición los
cincuenta mil pesos que había pedido. Calixto se echa a reír y les dice:
“Son
ustedes dichosos; yo era Lugarteniente General del Ejército y por eso les había
impuesto esa contribución, he dejado de serlo hace media hora, porque el
Gobierno de la República de Cuba, en pago a mis servicios, me ha depuesto del
cargo de Lugarteniente General, como se depone a un portero, diciéndome: “`por
no estar satisfecho con sus servicios`”.
Cuando
la noticia circuló por el Ejército Oriental, las manifestaciones fueron
enérgicas, pero fueron contenidas con buena fe por el General García, que dijo:
“Hemos
acabado la guerra, tengo un nombre limpio, sano y honrado; no voy a ser el
primero que se subleve en Cuba. Yo soy el primero que acato las órdenes del
Gobierno de la Revolución, por injustas que sean, por torpe que sea la forma en
que las dicte”
Aquella
misma mañana, abandonó a Gibara.
Pero
la conducta del Gobierno es incomprensible: al cubano que llevó la voz de la
dignidad del Ejército, al cubano que supo protestar a tiempo, al luchador, al
vencedor en Oriente, a ese, se le ultraja y con injusticia notoria se le depone
de un cargo, por un Gobierno ficticio, que casi no tenía forma, ni personalidad
en aquel momento. Esa es la realidad, ese es el trance en que deben mostrarse
los hombres de la Revolución.
Porque
enseño Calixto García en la desgracia sufrida, sacrificándolo todo por la
Patria, pensando sólo en el porvenir y en los deberes que los cubanos tenemos
que ver siempre, antes que nuestro interés personal; el bien de la Patria.
Así
lo hizo entonces; porque con el desengaño y el desencanto no dejó de servirla;
el día que lo llamaron a la Convención, para que representara a Cuba, a ella
fue contra su voluntad; el día que lo designaron para ir a Washington, a
Washington fue, contra su voluntad. Todavía casi me parece que recuerdo sus
dichos últimos que me parecieron un testamento. Estábamos en Santa Cruz:
“Me
voy a Washington, tengo que enterarte de algo, porque tal vez, tu hables de mi
mañana. Tengo el presentimiento de que el frío me mata; debo ir a Washington,
no tengo más que una esperanza, que estemos tan poco tiempo, que pueda escapar;
pero yo no puedo negarme a servir a mi país, puesto ya otra vez, me dice que me
necesita. A Washington tengo que ir y correré el peligro de morir”
Y
a Washington fue y perdió Cuba un cubano que le hizo mucha falta, mucha más
falta aún, después de la guerra, porque en aquellos momentos, era, acaso, el
primero de los cubanos.
He
dicho.
(Grandes y prolongados aplausos).
Sr.
PRESIDENTE (FERRARA): Se levanta la sesión.
(Eran las diez menos quince p.m.)
[1]
DIARIO DE SESIONES DE LA CÁMARA DE REPRESENTANTES, VOL. XII, N° 20, Habana, 13
de Diciembre de 1909.
[2]
El ataque a Baire tuvo lugar el 6 de Agosto de 1869.
[3]
Entre los meses de Marzo y Junio de 1869 las fuerzas subordinadas al General
Gómez rechazaron los incesantes ataques del adversario que trataba de
desalojarlos de sus posiciones en la zona de Charco Redondo, al sur de Jiguaní.
[4]
Se refiere a la región de Santiago de Cuba llamada “Cuba” en el lenguaje
coloquial de la época.
[5]
Fray Benito, poblado de la jurisdicción de Holguín. Entre los días finales de
1873 e inicios de 1874, fuerzas del EL, bajo el mando del General Calixto
García, incursionaron en esta zona destruyeron áreas de cultivos y atacaron
varios caseríos.
[6]
En Octubre de 1873, fuerzas del EL, mandadas por el General Calixto García,
atacaron y tomaron Velazco, poblado de la jurisdicción de Holguín.
[7]
Yabazón. El 7 de enero de 1874, fuerzas del EL, mandadas por el General Calixto
García, atacaron y destruyeron parcialmente este poblado de la jurisdicción de
Holguín y ocuparon armas, municiones, caballos y reses.
[8]
Esta acción, llamada también Copo del Chato, fue librada en Santa María de
Ocujal, el 26 de Septiembre de 1873 y tuvo una duración de tres horas. El jefe
de la columna española, Coronel Ángel Gómez Diéguez (conocido por el Chato) fue gravemente herido y cayó
prisionero, lo que contribuyó
decisivamente al resultado final.
[9]
El ataque a Manzanillo fue realizado el 10 de Noviembre de 1873. Las bajas
españolas se calcularon en unas 200. Los cubanos tuvieron 19 muertos y 59
heridos. Gran parte de la ciudad fue incendiada.
[10]
Teniente Coronel José Ramón Villalón Sánchez (1864-1938). Era Ingeniero Civil.
[11]
Hay aquí una inexactitud. De acuerdo a algunas fuentes, 5 expedicionarios y 5
tripulantes perecieron. Según otras, el número de expedicionarios desaparecidos
ascendió a 18.
[12]
Este desembarco se efectuó el 24 de Marzo de 1896 en el lugar conocido por
Maraví, situado a unos 10 km. al noroeste de Baracoa. La expedición estuvo
compuesta por 78 hombres.
[13]
Este poblado del Sureste de Camagüey fue atacado y sitiado por fuerzas del EL
al mando directo del General Máximo Gómez entre los días 21 de Septiembre y 3
de Octubre de 1896. La tenacidad de los defensores y las dificultades de los
sitiadores, sobre todo con la artillería, impidieron que Cascorro fuera tomado.
[14]
Entre los días 17 y 28 de Octubre de 1896, fuerzas del EL, integradas por
unidades procedentes de Las Tunas, Holguín, Camagüey, Jiguaní y Cambute, todas
bajo el mando del General Calixto García atacaron y tomaron Guáimaro,
importante población situada al Noreste de Camagüey.
[15]
Calixto García Enamorado (1874-1951). Hijo del General Calixto García Íñiguez.
Ingresó en el EL, como soldado, el 6 de Marzo de 1895, en las fuerzas del Mayor
General Bartolomé Masó. En el ataque a Las Tunas fungió como jefe accidental de
un regimiento. Alcanzó el grado de General de Brigada (18 de Agosto de 1898).
[16]
Carlos García Vélez (1867-1943). Estomatólogo. Hijo del General Calixto García
Íñiguez. Participó en la fallida expedición de “Hawkins”. Llegó a Cuba, junto a su padre, en el vapor “Bermuda”. En el ataque a Las Tunas fue
designado como jefe accidental de la Brigada de Las Tunas (300 hombres).
Alcanzó el grado de General de Brigada por la Campaña de Santiago de Cuba (18
de Agosto de 1898).
[17]
Mario García -Menocal Deop(1866-1941). Ingeniero Civil. Ingresó oficialmente en
el EL en junio de 1895. En el ataque a Las Tunas mandaba la caballería. Tuvo un
brillante desempeño en las acciones. Al ser gravemente herido tuvo que ser
retirado. Alcanzó el grado de Mayor General (15.08.1898). Fue presidente de la
República (20 de mayo 1913-20 de mayo 1921).
[18]
General Valeriano Weyler y Nicolau. Fue Capitán General de Cuba desde el 10 de
Febrero de 1896 hasta el 31 de Octubre de 1897. Tristemente célebre por haber
implantado la “Reconcentración” que causó la muerte por hambre de miles de
cubanos.
[19]
General Ramón Blanco y Erenas. Fue Capitán General de Cuba en dos ocasiones. La
primera del 17 de Abril de 1879 hasta el 28 de Noviembre de 1881 y la segunda,
a la que se refiere el texto, del 31 de Octubre de 1897 hasta el 30 de
Noviembre de 1898.
[20]
Esta acción tuvo lugar el 17 de Diciembre de 1896. La columna española sufrió
cerca de 50 bajas.
[21]
El ataque y toma de Guisa por las fuerzas mandadas por el General Calixto
García tuvo lugar el 28 de Noviembre de 1897.
[22]
Cumpliendo órdenes del General Calixto García, el General Enrique Collazo
acompañó al enviado del Secretario de la Guerra estadounidense, el teniente
Rowan, en su viaje de regreso con el propósito de coordinar acciones y la
supuesta ayuda norteamericana a las fuerzas cubanas.
[23]
Fuerzas al mando del entonces Coronel Carlos González Clavel (1868-1938)
participaron tanto en las acciones de San Juan como El Caney el 1 de Julio de
1898. Un fragmento de su Diario de Campaña en el que trata de esa participación
puede verse en Oscar L. Abdala Pupo: La
intervención militar norteamericana en la contienda independentista cubana:1898,
Santiago de Cuba,1998, p. 142. Está reproducido en Gustavo Placer Cervera: El
Estreno del imperio. La guerra de 1898 en Cuba, Puerto Rico y Filipinas, Ed.
Ciencias Sociales, La Habana, 2005, p. 236.
[24]
Se refiere al General Agustín Luque del ejército español.
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